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Posts Tagged ‘alquileres’

(Traduzco este cuentito, ya bastante antiguo, con tal de pagar una deuda de inspiración al que siempre me revisa las traducciones, el pinche wey David. Gracias)

Ha llegado una carta para ella, entre otras, claro. Cada día es una diluvio postal que por lo general acaba en la nada. Si realmente todas las personas indicadas en los sobres siguiesen viviendo aquí, este piso sólo sería una sala de espera para el aire libre. Entro y saludo a Nicola, totalmente volcado en la realización de una pasta con atún. Me anuncia seráfico que ha tenido un día de mierda y mientras le invito a detallar más, sin ni siquiera quitarme el abrigo, atravieso el pasillo, dirigiéndome rápidamente hacia la habitación vacía. Entro y dejo el sobre en la mesa, Nicola como un ruido de fondo, una cola en la secretaría, va contando, encima de un montoncito que alterna los preimpresos del banco con cartas escritas a mano con letra deliciosa, procedentes de Alemania. Miro a mi alrededor y noto que su poster de los Cure amenaza seriamente con descolgarse, una de las esquinas cuelga ya en el vacío. Y al final me toca volver el jueves por la mañana concluye Nicola en cuanto vuelvo a la cocina. Echa un poco para mí también, le digo como respuesta, cenamos juntos. Estamos solos: el Mapache esta noche iría al cine con una tía, Carla se queda en Sicilia hasta el domingo y luego, por supuesto está la habitación vacía.  En seis meses que llevo aquí, a ella, la habré visto dos o tres veces, no más. Su ausencia es una compañía agobiante. Ha entrado poco antes que yo, conocida de conocidos, y tras un par de meses sin esforzarse demasiado en dialogar, ha empezado a latitar. Le paga el alquiler al Mapache, transferencia bancaria ordinaria, con un retraso quirúrgico de dos o tres días. Nosotros, mientras tanto, sacamos la pasta de nuestro bolsillo, el Mapache va a la casa del dueño que en negro nos brinda cobijo y salda cuentas. Podríamos echarla, pero no está nunca. El ligero pero persistente retraso en los pagos nos justificaría: y sin embargo cuando aparece, acabamos evitándola. Ya no sabemos qué decirle. Entonces le digo a Nicola, mientras me zampo métódicamente mis espaguetis, anoche soñé con ella. Él asiente. Probablemente compensa de esta manera su prolongada ausencia de la realidad. En el sueño nos proporcionaba explicaciones por fin detalladas y luego, sin temblores, pagaba el alquiler en efectivo. Pero el dinero de mis sueños, no hace falta decirlo, vale tanto como el del Monopoly. El problema es que, por poco que se hable de ella, siempre queda sobrentendida.  Y en efecto Nicola me pregunta: ¿quieres más pimentón? aunque resulte evidente que los dos tenemos la cabeza en otra parte. Sí, sí, contesto, y mientras tanto echo un vistazo superfluo al pasillo.

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